lunes, 10 de septiembre de 2012


-Y ella, ¿cómo se llama?
-No tiene nombre. Se llama "Niña", como yo me llamo "Caballo". Y la amo. Me enamoré de ella. 
-No puede ser. No conozco ningún caballo que se haya enamorado de una niña.
-Entonces yo seré el primer caballo que se enamoró de una niña

(El caballo celoso, Javier Villafañe.)

lunes, 6 de agosto de 2012

Contemplo el azul de los ojos de Silvia: un mar en el que se puede naufragar sin morir, en cuyo fondo siempre hay paz, incluso cuando hay tormenta en la superficie. Y mientras ese mar me mece, sonrío con la sonrisa perfecta, que solo sale cuando el amor es perfecto. Mi sonrisa dice sin palabras que cuando empiezas a vivir de verdad, cuando la vida nada en nuestro amor rojo, cada día es el primero, cada día es el principio de una vida nueva. 

(Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia)
Y un beso es el puente rojo que construimos entre nuestras almas, que bailan sobre el vértigo blanco de la vida sin miedo a caer. 

(Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia)
Y no es fácil quedarse 
sin hadas que raptar,
ni es fácil jugar
si tú no estás...

(Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia)
He aprendido de memoria estos versos y los he repetido hasta que el amanecer, que aún no conocía, me ha sorprendido enamorado, rojo perdido

(Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia)
Definitivamente, la poesía no sirve para nada, no es más que una excusa para enamorarse

(Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia)
-Te quiero -dicen los ojos de Silvia.
-Yo también -responden los míos. 

(Blanca como la nieve, roja como la sangre, Alessandro D'Avenia)